Si nos preguntas que lugar nos ha fascinado más de todos los que hemos visitado te diremos que el Lago Inle. Han sido muchos lugares los que nos han fascinado en todos los viajes, pero hay uno por encima del resto. Y no es el Taj Mahal, ni Machu Picchu, ni Angkor, ni la Muralla China, que todos ellos no han fascinado enormemente. Te contestaremos el Lago Inle, un lago desbancando a monumentos insólitos, arquitecturas asombrosas, consideradas maravillas del mundo. Pero el Lago Inle nos marcó de manera especial, al igual que todo el viaje por Myanmar. Cuando visitamos Myanmar en el año 2009 apenas había turismo, ya que el año anterior con la Revolución de los Monjes y el anterior con un terremoto que devastó el país frenaron el turismo. El poco turismo contribuyó a encontrar un país auténtico, sin contaminar, totalmente anclado en el tiempo, conservando las costumbres más ancestrales. Y al llegar al Lago Inle todo ello se convirtió en un mágico y sorprendente lugar. Y siempre que recorremos Asia y tenemos la oportunidad de visitar un pueblo flotante no lo dudamos, pero aunque algunos también nos han fascinado, nunca hemos vuelto a sentir lo que allí vivimos.

Un pueblo flotante siempre te sorprenderá con sus casas encima del agua, sus templos flotantes, y como no iba a ser de otra manera, con su mercado flotante.

Una de las cosas que más nos llamó la atención es como han inventado un tipo de cultivo flotante en el medio del lago. Con este tipo de agricultura no solo se autoabastecen sino que también hacen una forma de vida. Junto con la pesca tradicional son  los dos sectores económicos de la zona.

Además está rodeado de montañas que le da un toque más auténtico al lugar.

En el Lago Inle sentirás además una paz y un relax que no habrás sentido nunca.

Puedes sentarte en tu hotel flotante y desde allí observar el trasiego de barcas por el lago, lugareños con vestimentas peculiares en un entorno mágico.

Hoy nos disponemos a visitar una aldea del Lago llamada Inpawkhon, una comunidad de artesanos textiles altamente calificados. Aquí se produce una de las telas más raras del mundo: la seda hecha con las flores de loto que crecen en el lago.

También visitamos una taller de puros birmanos que están envueltos en finas hojas de maiz. Conocidos como cheroot, su nombre inglés desde los tiempos del Imperio Británico, pueden tener también otro rellenos naturales para aromatizarlos. Las mujeres que los elaboran tienen una especial habilidad para hacer un gran número de ellos al día. No os podéis imaginar la velocidad que tienen para hacerlos.

Las aldeas del Lago como habíamos comentado antes, son autosuficientes, y también lo pudimos comprobar visitando una fragua también flotante.

También pudimos ver las Mujeres Jirafa, mujeres de cuello largo con unos anillos de bronce alrededor del cuello. Cargan con un peso entorno a 5 y 7 Kilos en sus cuellos. Pertenecen a la etnia Karen de la región fronteriza entre Myanmar y Tailandia, formada por siete mil individuos que sobreviven marginados en las montañas. Esta costumbre simboliza la posición, elegancia y riqueza de las féminas. Las que se encuentran en esta zona se dedican a vender artesanías al turismo.

Y para terminar el día visitamos la Pagoda Phaunglaw Oo, un Templo sagrado situado en el centro del Lago, con cinco estatuas de Buda del Siglo XII y totalmente cubierto con pan de oro. Es muy venerado por todos sus habitantes. Un lugar que nos impresionó bastante por su tamaño, y ubicación, flotando en medio del Lago.

Es posible que hoy en día la masificación del turismo haga que empañe el clima de tranquilidad que se respira, y la autenticidad del lugar, pero así todo creo que es un lugar imprescindible si viajas a Myanmar.